España vivió entre 1993 y 2008 una etapa de crecimiento sin precedentes. Quince años consecutivos de crecimiento en los que la población ocupada superó los 20 millones de personas y la tasa de paro se redujo hasta el mínimo histórico del 7,9% en el segundo trimestre de 2007. Los distintos gobiernos del PP y del PSOE ignoraron las políticas anticíclicas (propugnan el ahorro y un menor gasto en épocas de crecimiento) y los precios de consumo se dispararon muy por encima de lo que lo hacía el resto. El impacto inmediato fue un recalentamiento de los salarios. Un superávit fiscal y una deuda por debajo del 60% permitían alegrías presupuestarias. El resto de países del entorno optó por políticas más conservadoras y la brecha entre el IPC y los salarios de España y el resto de países de la UE empezó a abrirse en 2005 y no volvió a su sitio hasta 2009. En ese período se produjo un retroceso acumulado del 70,4% en la posición competitiva frente al resto de socios comunitarios. Tener salarios y precios más caros restaban competitividad a las empresas para lograr contratos y pedidos en el exterior, a lo que tampoco contribuía un cambio desfavorable con el resto de divisas. El cénit se alcanzó en el verano de 2008, cuando el barril de Brent, de referencia en Europa, tocó máximos históricos (145 dólares), disparando el IPC, contagiando a los salarios, a lo que se unió un cambio euro-dólar de 1,59 dólares por euro.
Esa situación se ha logrado revertir tan solo de forma parcial en los últimos tres años, en los que los tres factores se han dado la vuelta gracias a factores exógenos y a los ajustes draconianos para recortar el déficit. La conjunción ha llevado a una mejora del 32,2% de la posición competitiva. Dicho de otra manera, que España ha recuperado prácticamente la mitad de la competitividad perdida en los años previos a la crisis.
A ello ha contribuido especialmente el desplome del precio del petróleo, que ha tenido un efecto balsámico en las cuentas de un país como España, netamente importador de crudo. Solo el pasado ejercicio, la depreciación del crudo inyectó a Estado, familias y empresas más de 12.500 millones por el menor gasto. La caída del precio del barril de Brent ha tenido un impacto directo en la rúbrica de la energía. Los precios en España cayeron en 2014 y 2015 y el diferencial de inflación con la UE, tradicionalmente negativo para España, lleva en positivo ese período. Por su parte, los salarios pactados en convenios han encadenado cuatro ejercicios consecutivos (2012 a 2015) sin subir más del 1%, gracias al acuerdo de moderación firmado entre patronal y sindicatos. Este fijaba que no subirían más de un 1% en 2015 y un 1,5% este año. Finalmente, el euro inició a principios de la anterior legislatura una depreciación que le llevó a rozar la paridad con el dólar y posteriormente se ha mantenido estable en torno a 1,10 dólares.
Las estadísticas del primer trimestre y las previsiones de los servicios de estudio alertan sobre la pérdida de fuelle de dos de esos factores: la moderación salarial y la inflación baja. Los sueldos pactados en convenio llevan subiendo más del 1% en los cuatro primeros meses del año y el techo marcado en la negociación entre sindicatos y patronal deja cierto margen. La clave estará en saber si los precios crecen menos que los salarios y eso permite a los ocupados ganar poder adquisitivo. Ese es al menos el escenario principal que dibuja la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) en su último informe de previsiones, en el que los diecisiete servicios de estudio a los que consulta auguran un IPC negativo a finales de este año y otro ya positivo del 1,3% para el próximo ejercicio. En este cambio de tendencia tendrá que ver la apreciación del barril de Brent, que ya ha superado los 45 dólares, y que amenaza con duplicar el precio desde mínimos. En el programa de estabilidad remitido a Bruselas, Economía augura un petróleo a 68 dólares este año, mientras que el FMI calcula que caerá otro 31,4% desde el cierre de 2015.
sw
Dependencia de los grandes socios económicos
Con la negociación del Tratado de Libre Comercio con EE UU en punto muerto, tras las filtraciones sobre la conflictiva postura estadounidense en temas sensibles para Europa, y con el aterrizaje a mercados emergentes de Asia y África abortado por el desplome de los mismos, España vuelve a mirar, y no con poca preocupación, a la zona euro y más en concreto a sus tres socios más importantes: Francia, Alemania y Reino Unido. A ellos se dirige más de una tercera parte de las exportaciones y de ellos proceden más de la mitad de los turistas que optan por España como destino. Todos están afectados por algún problema que pone en cuestión su futuro.
Alemania sorprendió con un crecimiento del 0,7% en el primer trimestre, pero afronta la digestión de la crisis de los refugiados. Francia está envuelta en fuertes conflictos sociales, tras la aprobación por decreto de una reforma laboral que trata de sacar del estancamiento secular en el que se encuentra desde hace varios años. Por su parte, el primer ministro británico, David Cameron, espera con temor los resultados de un referéndum para decidir si permanece o sale de la UE.
FUENTE: CINCO DIAS